A veces leemos historias en la prensa que parecen sacadas de una novela. Hoy os traemos una que aunque tiene un principio triste, al final acaba bien. Está protagonizada por una anciana y los niños sin recursos de un pueblo de España.
Murió como vivió
Virginia Pérez era una mujer con una vida normal. Pasaba gran parte del año en Valverde de Júcar, un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca que la vio nacer. Mientras estaba allí dedicaba los días a cuidar de sus animales y de las numerosas tierras que había heredado. Esta mujer nunca se casó, ni tuvo hijos ni sobrinos. Así que la muerte le llegó en soledad a los 86 años en su piso de Madrid. Al no tener familia, pasó un mes hasta que encontraron su cuerpo. Había sufrido un infarto. Murió tal y como había vivido los últimos años de su vida, sola.
A su entierro no acudió mucha gente. Sin embargo la lectura de su testamento en la Casa de la Cultura del pueblo sí levantó expectación. Los vecinos especulaban acerca de a quién dejaría su fortuna. Sus últimas voluntades fueron escritas en 1983, seguramente con la ayuda de su hermano, que en su tiempo se dedicó a la política.
Para que ningún niño se quede sin estudiar
Virginia había decidido dejar su fortuna a los niños de las familias sin recursos del pueblo y con un expediente académico bueno para que, en sus propias palabras, ninguno se quedara sin estudiar. Su patrimonio está compuesto por terrenos, acciones en bolsa y dinero a plazo fijo, entre otras cosas.
Dejó previsto que se creara una Fundación para gestionar este asunto dirigida por el Alcalde, el Juez de Paz y el Párroco del pueblo, además de otras 5 personas pertenecientes a 5 gremios diferentes: un maestro, un agricultor, un comerciante, un asalariado y un industrial de la localidad.
Esperemos que todos ellos se encarguen de que se cumpla la última voluntad de Virginia y que su fortuna, que algunos sitúan en torno a los 10 millones de euros, ayude a que muchos niños puedan estudiar.