Desde que nacemos somos seres sociales, seres que nos desenvolvemos en sociedad y vivimos rodeados de personas que nos muestran y a las que mostramos nuestras emociones.
A través de las emociones nos mostramos al mundo, forjamos nuestra personalidad y exponemos nuestras necesidades sobre todo en la etapa de la infancia. En esta etapa tan inmadura, las emociones también lo están; se encuentran en un estado de desarrollo muy primario, son muy espontaneas y naturales, casi imposibles de fingir, lo que se convierte en idóneo para comenzar a trabajar la educación emocional. La educación emocional sienta la base de la identidad personal y el conocimiento de uno mismo, sienta las bases de las relaciones afectivas y de una imagen personal ajustada.
Es muy importante que desde la niñez sepamos diferenciar nuestras emociones, identificarlas, nombrarlas y focalizarlas de una manera correcta. Por ejemplo, no debemos pretender que un niño no tenga miedo, pero sí enseñarle a que lo sienta ante aquello que suponga una amenaza real.
Un paso más allá sería identificar también las emociones de los demás, potenciar la empatía, saber ponerse en el lugar del otro. Para ello debemos entender sus gestos o su expresión corporal, ya que en edades muy tempranas la falta de lenguaje imposibilita decir al compañero: “Esto no me gusta”, “eso me da miedo”…
Cómo trabajar la educación emocional
Para trabajar la educación emocional con nuestros niños podemos empezar por los juegos de caras. Se pueden crear imágenes con caras que muestren diferentes estados de ánimo: triste, contento, avergonzado… Los niños pueden jugar con ellas, intercambiar las caras al muñeco y junto con la ayuda del adulto nombrar las emociones, hablar sobre ellas, sobre las sensaciones que cada una les produce, etc.
Otro juego que no necesita de soporte material sería ponerse delante del espejo y crear en nuestra cara los gestos que representan cada emoción.
Son numerosos los cuentos que abordan este tema y se pueden encontrar en cualquier librería especializada. Uno de ellos que a mí personalmente me gusta mucho es El monstruo de los colores. En este cuento el monstruo está hecho un lio, enredado en hilos de colores. Cada hilo representa una emoción, y debemos ayudar al monstruo a que guarde cada hilo en su tarro de la emoción correspondiente. En clase yo lo trabajo con el monstruo en miniatura, enredado en lana de colores, y pido ayuda a los niños para que guarden cada hilo en un tarro, el tarro de cada emoción.