¿Cómo estáis fresas? ¿Qué tal el regreso a la rutina? A mí me hacía mucha falta aunque que tengo reconocer que no recordaba lo estresante que eran los comienzos del curso y más ahora, que soy miembro de la junta del Ampa. Libros, uniformes, reuniones… ¡un no parar!
Pero hoy no quiero hablaros de la vuelta al cole. En mi último post os conté cómo estaba pasando el verano con mis hijos. Y aunque todo fue genial, también puede darme cuenta de que no puedo seguir así. No sé hacer vida social con niños. Mis amigos así me lo han hecho saber, y no les falta razón.
Cuando eran bebés siempre estaban malos y era imposible salir con ellos. Después del nacimiento de mi segundo hijo, pasé un par de años prácticamente sin salir de casa. Los dos eran muy pequeños y raro era el fin de semana que uno de los dos no estaba malo. Luego todo empezó a mejorar. Recuerdo los primeros paseos en familia, notaba el sol en mi cara y me sentía genial. Poco a poco empecé a coger fuerzas y me dije: “Tengo que empezar a hacer vida social con niños”. Así que si me proponían algún plan, no decía que no.
Comenzaron las primeras quedadas, mis hijos empezaban a ser mayores pero sin dejar de ser bebés, así que yo me sentía en la obligación de estar pendiente de ellos en todo momento. Jugar, cantar… lo que fuese con tal de tenerlos contentos y que no molestasen a los otros papás. Pero yo acababa agotada por haberme pasado el día tratando de entretenerlos y realmente no hacía la vida social que yo quería. Eso sí, al irnos siempre nos felicitaban por los niños tan buenos y educados que teníamos. A nosotros se nos hinchaba el pecho de orgullo, aunque eso no era suficiente. Tanto estrés y cansancio no me compensaba y empecé a pensar que lo mejor sería esperar a que ellos creciesen un poco. Veía a niños más mayores que los míos a los que nadie tenía que vigilar, se las arreglaban solos para jugar y sus padres podían charlar animadamente. Y así fue, crecieron un poco más y por fin un día me animé a invitar a unos amigos a comer. A pesar de que hacía al menos dos años que no nos veíamos, todo fue perfecto. Los niños se lo pasaron bomba. Así que me dije: ¡ya está, ya puedo hacer vida social! La comida era en mi casa, y por tanto jugaba con la ventaja de que no tenía que preocuparme de que destrozaran algo. Pero cuando la reunión era en casa ajena me daba cuenta de que no había cambiado nada, mi preocupación de que causaran alguna molestia, no dejaba que me relajara y seguía haciendo lo mismo. Intento controlar el juego de mis hijos jugando yo con ellos y con todos los niños que quieran. Así me aseguro de que no hay peleas, que se respetan los turnos, y que no causan ningún tipo de desperfecto en una casa que no es mía.
Llegado a este punto podríamos distinguir dos tipos de quedadas. Las que haces con los compañeros del cole, en las que los padres estamos más relajados porque los niños están como en casa, jugando con los amigos a los que ven todos los días. Y las quedadas con tus mejores amigos que pueden tener hijos o no. Y si los tienen, a no ser que sean tus vecinos, son niños con los que no tienen confianza. Eso es lo que me pasa a mí, mis mejores amigos están lejos. Nuestros hijos apenas se conocen y por eso temo la reacción que puedan tener.
Recuerdo una vez que quedé con una amiga mía pero sin niños, cómo no. Estaba tan contenta que le dije: “Sube un momento a casa de mi madre y verás lo guapos que están mis hijos” Ella subió y cuando mi hijo mayor la vio, por una mezcla de timidez y de rabia porque su mamá estaba con una extraña y no con él, se puso como un loco. Me dio tanta vergüenza que mi amiga no ha vuelto a ver a mis hijos. Han pasado años desde entonces pero ella se sigue acordando de esa situación. Esa es la razón por la que no sé hacer vida social con niños. No quiero que ninguno de mis amigos tenga que ver a mis hijos comportarse de esa forma porque ese será el recuerdo que tendrán de ellos durante mucho tiempo.
El refuerzo positivo
Así que a la vuelta de mis vacaciones, llegué convencida de que tengo que cambiar. Me sumergí en internet para saber cómo debo hacer. No encontrado nada nuevo. Siempre tenemos que seguir las mimas reglas sólo que a veces necesitamos que nos las recuerden, respirar hondo y empezar de nuevo. El refuerzo positivo es la ley básica para que tus hijos se porten bien. Sobre el refuerzo positivo podéis leer miles de artículos, por eso yo sólo quiero daros mi punto de vista sobre el tema.
Refuerzo positivo: Antes pensaba que el refuerzo positivo significaba premiar los buenos comportamientos e ignorar los malos sin castigos. Esto puede que funcione con los bebés pero cuando los niños van creciendo los castigos deben existir. Los comportamientos no adecuados deben tener sus consecuencias. El caso es que cuando nos decidimos a imponer castigos acabamos por reñir continuamente a nuestros hijos y nunca más nos acordamos de lo más importante, que es alabar en todo momento los buenos comportamientos. Por tanto debemos recordarles cada segundo lo bien que lo están haciendo, y cuando se porten mal, imponer un castigo y llevarlo hasta las últimas consecuencias:
- Hablar en positivo: Esto es primordial (podéis leer mi artículo en el Blog de Mama de Fresa (“Siempre positivo, nunca negativo”).
- No etiquetar jamás a tus hijos: eres malo, eres un desastre, eres un histérico… cambiarlo por: eso que has hecho no está bien, debes ordenar mejor tus juguetes, etc…
- Y en concreto, en mi caso, para hacer vida social: Relajarme. Si se portan bien, recordárselo e incluso premiarlos con un ratito más de tele, o con la promesa de leerle su cuento favorito muy juntitos en la cama. Si no se portan bien… abandonar el lugar inmediatamente si es necesario, pero al llegar a casa nada de cariñitos, ni tele, ni videojuegos, ni nada de nada… CONSECUENCIAS: Quizás las primeras veces que abandone un encuentro de amigos no puedan comprenderlo pero yo sabré que estoy haciendo lo correcto. No hay nada que más desee que tener unos hijos educados y que sepan comportarse en público.
Y como punto final, voy a compartir esta conclusión del blog de Let’s family que me ha encantado: “Desde el minuto uno, tu hijo cambiará tu vida por completo. Entre otras cosas, tendrás que aprender a hacer planes y tener vida social teniendo en cuenta sus horarios, sus ritmos y sus necesidades. Tu entorno no siempre lo entenderá, pero es importante que tú sí lo hagas para que ambos disfrutéis. Hay muchos planes divertidos que podéis hacer en familia.”
Mil besos fresas.
¡¡Ya estoy de vueltaaaaaaa!!!
Angélica Alvarez (@MamadeFresa)