Muchos escritores describen la infancia como el paraíso. El sabor que tienen los descubrimientos en la etapa inicial de la vida ya no se repite. Y este es el mejor regalo que los padres pueden dar a sus hijos: experiencias que les hagan conquistar el mundo.
Porque en la sociedad del siglo XXI tendemos a apuntar a nuestros hijos a cursos y talleres y entrenos de sábados y domingos, o regalarles la tecnología que está de moda y que tanto los absorbe. Olvidando que donde realmente se aprende del universo en que vivimos, donde nos liberamos como padres de tantas responsabilidades y lo pasamos bien con nuestros hijos, es en las escapadas de fin de semana. Al campo, la montaña, la playa, ciudades fascinantes, no importa. Vivir una nueva experiencia juntos es lo que realmente marca.
Ya adultas, muchas personas recuerdan los campamentos con sus padres, que deseaban hacerles amar la montaña, los veranos en una determinada población de playa, con grandes cenas de familiares y amigos, los viajes en coche a la aventura… Aquello que los padres escogieron hacer según su estilo de vida, y compartirlo con sus hijos.
Ahora, como padres, tienen la oportunidad de crear su propia magia de infancia y a la vez, revivir el paraíso a través de la emoción de sus hijos, de su asombro ante lo nuevo, sus preguntas, sus historias sobre lo vivido. Convivir con un pequeño nos conecta con nuestro niño interior, nos capacita para revivir nuestro día a día con la ilusión de los primeros años: nosotros hemos cambiado, pero nuestro alrededor continúa teniendo una poderosa capacidad de asombro.