Casi todas las niñas han jugado alguna vez a ser princesas, se han pintado las uñas, le han robado el maquillaje a sus madres… y lo que para algunos puede parecer un juego inocente, para otros puede ser un síntoma de una educación sexista. Por lo menos a esta conclusión ha llegado un estudio, «Neo-princesas de tocador», presentado estos días por la Universidad de Valencia (España).
Neo-Princesas de tocador
Esta investigación ha sido realizada por Sara Vierna Fernández, educadora social y Máster en Género y Políticas de Igualdad. En ella se destaca como cada vez hay más centros de belleza y ocio orientados a las niñas de entre los 4 y los 12 años, en los que se vive un mundo mágico, en el cual la niña se puede sentir como una princesa o una modelo, y recibe todo tipo de tratamientos de belleza, hasta ahora dedicados a un público más adulto, maquillaje, peluquería, manicura… Y como suelen acudir para la celebración de algún acontecimiento importante en sus vidas, según explica la autora, les hacer ver que su físico es tan importante para ellas que dedican ese día especial a su cuidado. Comenta que son las propias madres las que trasmiten a sus hijas que preocuparse por su estética es algo propio de su género femenino.
¿Problemas futuros?
Dice Vierna Fernández que los roles que se adquieren a lo largo de la infancia se mantienen en la edad adulta y que se trata de una «sexualización del juego», que llevará a las pequeñas a ajustarse a un modelo imposible e inhumano, y que pueden causarles diferentes psicopatologías durante la adolescencia y posteriormente cuando llegan a ser adultas. También que el universo femenino estará subordinado al masculino. Al de la mujer pertenecerá la belleza, la emocionalidad, el cuidado, la pasividad, haciendo que su espacio sea principalmente doméstico y por el contrario el del hombre será público, ya que se le caracterizará por la agresividad, la competitividad, el poder, el valor… todo ello a través del juego.
Y tú, qué piensas, ¿jugar a princesas y todo lo que conlleva, es solo eso, un juego, o una práctica nociva para nuestras hijas?