Una gota en el océano

Una gota en el océano 31 enero, 2013Deja un comentario

Infancia en ÁfricaÉsta es su sala de espera, repleta desde primera hora de la mañana, en que se adjudican los turnos. Algunos llegan después de tres horas de camino a pie. A pesar de ello, para la mayoría esta clínica es una bendición. Durante mis meses de estancia veía a los paciente a través de las ventanas del aula y había mañanas que los llantos de los más bebés partían el alma..

¿La clínica?… dura de ver, reconfortante saber el trabajo que se lleva a cabo. Me gustaba acercarme y pasar algún rato observando en un rincón. Médic*s y enfermer*s españoles voluntari*s absolutamente entregados a jornadas maratonianas de duro trabajo. A veces rompía mi silencio y preguntaba; quería saber porque envidio su útil quehacer. Admirables ellos y su empeño por mejorar las cosas en un entorno adverso.

Médicos en ÁfricaPor primera vez ante mis ojos la terrible huella de la desnutrición, que no quisiera volver a presenciar. Una estampa que no deseo (deseamos) a nadie. Por eso, los sábados se dedican íntegramente a ello: a examinar con detenimiento los casos de aguda desnutrición y tratar además de fomentar entre las familias determinados comportamientos para evitarlo.

Los sábados me invadía la rabia y la impotencia y cuando leo esto me acuerdo de aquellas mañanas en las que con un nudo en la garganta presenciaba el grito más desesperado que jamás haya escuchado en mi vida: el del hambre. Inimaginable.

6 Niña paciente de la clínicaMe impactó una niña que sufrió una caída de un árbol y se clavó una rama que le perforó (literal) el brazo. Solo tres meses después acudió a la consulta. ¿Cómo es posible? Lo es. Cuando intentaron curarla la niña chillaba, loca, de dolor profundo. Las astillas le salían de una herida supurante. Cada vez que volvió a la consulta, me acercaba a verla y ya desde aquí he seguido preguntando por ella. Está bien, mejorando aunque probablemente nunca podrá recuperar totalmente la movilidad en el brazo.

En la clínica se atiende a todos los niñ*s. Ninguno es discriminado. Apenas se descansa y mientras se trabaja, los voluntari*s forman al resto del equipo, que es local. Las visitas rutinarias se alternan con urgencias y se hace lo indecible por curar y encontrar una mejora, aunque haya casos irreversibles.

Hay días en los que a la hora de la cena solo pensábamos si el niño al que se había enviado al hospital (tres horas en coche) habría llegado con vida. Al menos se había intentado. Una vez más, es el propósito de nuestra modesta acción: no rendirnos a pesar de ser una gota en el océano.

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