La ilusión es extrema cuando en mi casa se habla de Papá Noel (es el que trae lo «más importante», los Reyes Magos traen algún detalle).
Ponemos el árbol, los detalles, colgamos un súper calcetín para que deje algunas chuches… En fin, en casa huele a Navidad y a ilusión infantil. Todo da vueltas a su alrededor para que nuestros hijos sueñen con Santa y su mundo mágico y a la vez tan real (vive en Laponia, sabéis). Ellos llenan la casa de alegría cuando ven los regalos que Papá Noel ha dejado debajo del árbol, esa inocencia que recuerdo cuando en mi casa eran los Reyes Magos los que se encargaban de traer lo que deseaba.
Comprar los regalos y esconderlos ahora nos está costando un poco más ya que mi hija (tiene casi 10 años) no sabemos si ya lo sabe y se hace la despistada o realmente cree en él.
Ya se sabe que Papá Noel es mágico y hace que sus renos vuelen, pero en el taller donde se fabrican los juguetes también están en crisis y no pueden traer tooodo lo que los niños piden. Escribiendo esto me viene a la cabeza el anuncio de Ikea en el cual los niños escriben esa emotiva carta a sus padres (la mayoría ya lo habréis visto, seguro). Un anuncio que nos hace reflexionar sobre eso que también desean nuestros hijos, y no sólo para Navidad: que compartamos más tiempo con ellos.
Todos hemos sido pequeños y recordamos esos momentos de juego con nuestros padres, esa salidas… pero también nos gustaba jugar con nuestros juguetes e imaginar un mundo de fantasía. Con esto quiero decir que aparte de compartir y estar todo el tiempo posible con nuestros hijos, ellos también desean (y necesitan) juguetes para compartir y aprender. No estoy diciendo que el amor de nuestros hijos lo compremos con juguetes, sólo que dentro de nuestras posibilidades hagamos posible su sueño y compartamos su alegría e ilusión.
A pocos días de Navidad esta ilusión nos invade a todos y los nervios se notan en el ambiente: ¿ les traerá Papá Noel, a mis hijos, algo de lo que han pedido en la carta?
¡Os deseo unas felices Navidades en familia!