La importancia de apoyar a nuestros hijos en sus aficiones

La importancia de apoyar a nuestros hijos en sus aficiones 29 octubre, 2014Deja un comentario
actividades extraescolares

¡Buenos días fresas! Cada vez me cuesta más encontrar un hueco para escribir. Pero aquí estoy escaqueándome un rato de mis obligaciones para contaros mis aconteceres y preocupaciones jeje…

¿Alguna vez habéis visto la típica película donde un padre o una madre se empeñan en que su hijo realice una determinada actividad? Sin ir más lejos en High School Musical, el padre de Troy quería que jugase al baloncesto pero Troy también quería cantar. ¡Vaya! La típica historia americana, en la que todos al final, son felices y comen perdices. Películas que a mí me encantan, para que os voy a engañar.

El caso es que yo siempre que veo una, digo: “Yo eso, jamás lo haría”. Aaayyyy Mamá de Fresa, nunca digas «nunca jamás». Porque sí que lo hago. No puedo evitarlo. Miro a mis niños, veo claramente cuáles son sus habilidades, y no quiero que las desperdicien.

Para empezar, mi hija tiene una gran imaginación y le encanta cantar y tocar sus instrumentos de juguete. Pero además, yo que tengo muchos amigos músicos, me han asegurado que tiene muy buen oído. Así que yo no lo dudé y la apunté a música. La cosa no fue bien, a las pocas clases entraba y salía llorando. Intenté que siguiera pero finalmente no tuve corazón para obligarla. La cambié a ballet porque iba su mejor amiga y va la mar de contenta. Yo también estoy encantada pero… con la genética que tiene poco futuro le veo como bailarina y como afición me parece muy sacrificado. Según van pasando los años cada vez tienen más clases a la semana, y eso está genial si lo tienes claro y puedes hacerlo todo pero si no…

Ella sigue erre que erre pidiendo instrumentos por su cumpleaños, no para de inventarse canciones constantemente, y además los días que tiene música en el cole sale fascinada intentando transmitirnos todo lo que ha aprendido. Todo esto no hace más que aumentar mi frustración de ver que no hace lo que yo creo que debe hacer. Aun así, cada vez que la veo con su tutú, me la quiero comer y al fin y al cabo la música y el ballet están relacionados.

Y después está el otro, el futbolista. ¿Cuántos niños juegan al futbol en España? ¿Y en el mundo? Pues digo lo mismo que con el ballet, jugar en un club como juega mi hijo es demasiado sacrificado. Son muchas horas invertidas y ¿para qué? Si es por hacer deporte lo puede hacer en el cole, que hay una actividad que organiza el ayuntamiento en la que son mucho menos exigentes. Pero él, al igual que su hermana, erre que erre con jugar en el club. El pobre piensa que aún puede llegar a jugar en la selección española. Yo no podía comprender esto, sentía una rabia… porque el sacrificio no sólo es de los niños sino de los padres que los llevamos para aquí y para allá. Y ponemos mil lavadoras para que lo tengan todo a punto.

Pues con respecto a esto me pasó una cosa muy curiosa, que es a donde quiero llegar. A finales del curso pasado, Joaquín me pidió que lo apuntara a clases de ballet, como su hermana, pero sin renunciar al futbol. Yo no podía comprenderlo, y en principio le dije que no, que hacía demasiadas cosas. Pero poco a poco empecé a imaginarme a mi pequeño Billy Elliot. Pensaba que era perfecto, está fuerte, es sensible, ¡¡¡LO HARÍA GENIAL!!! Qué emoción, un niño bailarín. Ya me imaginaba en los teatros más importantes del mundo como la madre del artista. Y llegó el momento. Comenzaba el curso y las primeras clases de ballet. Nos vamos a las escuela y empiezan los nervios: “Mami no quiero entrar”, “Es normal Joaquín, estás nervioso, pero seguro que te encantará”. Se puso a llorar y la profesora muy compresiva me dijo que no me preocupara, que era normal, era el único niño y estaba impresionado. Me propuso que lo intentara de nuevo el próximo día. A lo largo de los siguientes días no hice más que hacerle entender lo buen bailarín que sería. Y que al ser una profesión donde hay pocos niños, lo tendría mucho más fácil para llegar más alto que en el futbol. Estaba tan emocionada que el pobre creo que volvió al día siguiente solo para satisfacerme a mí. Llegamos a la escuela de ballet, y lo mismo. Comenzó a llorar y no quería entrar. La profesora con paciencia dejó que entráramos los dos a ver la clase. Cuando acabó la clase me dijo: “Me ha gustado mami pero no es lo que yo quiero hacer”.

Entonces yo le pregunté: ¿Por qué insistías tanto en que te apuntara a ballet? Y me dijo algo que nunca se me olvidará: “Porque tenía celos de mi hermana, mami”. En ese momento me quise morir. ¡Cómo podía haber cometido un error tan grave! Lo que siempre dije que no haría. Así que punto y aparte. Decidí cambiar mi actitud, porque yo nunca le había apoyado en el futbol y eso los niños lo notan. Le dije que si quería ser futbolista me parecía genial. Quizás no vaya a jugar en la selección pero hay mil formas de dedicarse al futbol, y si se esforzaba al máximo seguro que lo conseguiría. El siguiente partido jugó como nunca había jugado. El apoyo de su madre era lo que él más quería, y yo no me daba cuenta. Espero no volver a cometer ese error. Él tiene que hacer lo que quiera, sea lo que sea y yo tengo que apoyarlo incondicionalmente, porque además en el futbol está aprendiendo lo más importante: trabajo, esfuerzo, disciplina y pasión por lo que más le gusta.

Y tú, ¿apoyas a tu hijo?

Mil besos fresas.

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