En términos coloquiales identificamos fracaso escolar con la incapacidad de un niño para alcanzar el rendimiento académico esperado para su edad, habitualmente medido en término de suspensos. Sin embargo, a nivel oficial, el término se utiliza para designar a aquellos escolares que no logran el título académico mínimo obligatorio de un sistema educativo.
El fracaso escolar es un fenómeno que no suele venir determinado por una sola causa. El nivel de rendimiento académico de cada niño puede estar determinado por infinidad de factores.
Uno de los factores a tener en cuenta es la sensibilidad del propio centro educativo, y su capacidad para adaptarse y dar respuesta a las necesidades de un alumno en particular. Hemos de tener en cuenta que la escuela tradicional castiga a niños inquietos, movidos o “respondones”. En ocasiones, hemos visto que un escolar “poco dócil” ha sido sistemáticamente castigado por su comportamiento y clasificado como “mal estudiante”, cuando sus capacidades académicas no eran ningún problema. Por otra parte, hasta hace poco – y aún en una gran mayoría de centros- la enseñanza se centraba en un estilo de aprendizaje concreto: memorístico, teórico, reflexivo… sin intentar hacer accesible al información a niños cuya inteligencia predominante no fuera la lingüístiva verbal, por ejemplo.
Otro de los factores radica en las dificultades del propio estudiante :
- Dificultades de aprendizaje
- Deficiente adquisición de competencias básicas
- Mal manejo de las técnicas de estudio
- Patrones de comportamiento que dificulten la atención y la concentración
- Problemas de visión o audición