A pesar de lo cómodo que es para los papás usar pañales desechables cuando tenemos un bebé, solo calcular lo que nos gastamos al mes nos ponemos a pensar en cuándo dejarán de usarlos. Involuntariamente desde que cumplen 18 meses empezamos a leer artículos sobre el control de esfínter, quizás también escuchemos a madres amigas o conocidas que tal o cual niño dejó el pañal antes de los dos… y sin darnos cuenta estamos intentando identificar las señales en nuestro hijo o hija para, por fin, quitarle el pañal. ¡Porque nadie negará el ahorro que supone dejar los pañales!
Sería muy fácil si nuestro hijos pudieran entender el proceso, y simplemente decirnos ellos «mami, ya me puedes quitar el pañal, ya sé avisar». Pero seguramente no tendremos esa suerte, porque con apenas dos años nuestros pequeños no tendrán el lenguaje ni el desarrollo para decirnos si están o no preparados para dejar el pañal. Es tarea nuestra observarles, sin presión, y saber cuando están preparados para dejarlo. Pues hay varios signos que nos pueden indicar cuando están pidiendo dejar el pañal.
¡Pero ojo! No nos sintamos forzados por las presiones externas, ya sea para sacárselos ya o para ni siquiera intentarlo. Nos lo digan en la guardería, los familiares, vecinos o conocidos. Muchas veces, si tu bebé cumple dos años a primeros del verano, te dirán que sí o sí debe dejar los pañales en ese periodo. Pero si los cumple a fines de verano, es demasiado pequeño y no puedes ni intentarlo. No es ni una cosa ni la otra.
De hecho, no hay problema en sacarle los pañales en otoño o inverno, solo hay que estar más atento para que no vaya mojado si hace frío. Tu hijo, sin decírtelo textualmente, puede darte a entender que está preparado: ya sea peleando en cada muda porque no quiere llevar pañal, directamente sacándose el pañal apenas pueda, avisando cuando tiene el pañal mojado o sucio, o imitando a sus papás o hermanos mayores en las idas al baño… o incluso acuclillándose en un rincón para hacer caca siempre a la misma hora.
Mi experiencia
Yo quiero aportar mi experiencia, porque a través de ella fue que me di cuenta de cómo nuestros hijos pueden guiarnos mejor que nadie.
Mi hija mayor desarrolló el lenguaje muy pronto, y siempre ha sido muy regular en sus «idas al baño». Después de cumplir los dos años, y aunque acababa de nacer su hermana, a ella le compramos un orinal y empezó a sentir curiosidad por ir al baño, sacarse el pañal, y hacer pipi. En la guardería, como ella cumple en pleno verano, durante una época la dejaron hacerlo, pero a la que empezó a hacer frío cambiaron de personal y se negaron en redondo porque era más trabajo para ellos y total «hasta después del invierno no se los vamos a sacar del todo».
Pasaba el día en la guarde así que poco pudimos hacer… y ella dejó de pedirlo. No fue hasta mediados de la siguiente primavera que en la guardería nos anunciaron: «le toca sacarse el pañal. Este viernes le explicaremos que decimos adiós al pañal, y el sábado cuando despierte no más pañales. No puede venir con pañal a la guardería el lunes».
No me gustó el método, para nada. ¿De un día para otro? ¿Pañal de noche y de día? ¿Alguien se lo ha explicado a ella? Aun así, lo intentamos… pero mi pequeña ya se había olvidado de la curiosidad que le provocaba ir al baño, ya se había acostumbrado a ir con el pañal sucio y que no le molestara. Lo pasamos muy mal durante unas semanas. Ella ya no se acordaba de avisar, se hacía encima y lloraba cuando se sentía mojada. Después para no mojarse se aguantaba pero lloraba cuando tenía ganas de ir al baño porque quería su pañal. Pasamos unos días terribles. Le poníamos pañales por la noche, para que se relajara, porque pasaba el día llorando. Se podía aguantar todo el día en la guardería y apenas llegábamos a casa me decía «mama pañal porfavor tengo pipiiii».
Se enfadó mucho conmigo cuando no quería ponérselo al llegar a casa, me chillaba y pataleaba. Cuando me di cuenta de que se aguantaba todo el día, se lo ponía apenas llegábamos. Después descubrí que usar el baño en vez del orinal le gustaba más y llegábamos y hacíamos pipi, la bañaba y ahí le ponía el pañal. Y así lo fui alargando hasta que ya sólo se los ponía cuando se quedaba dormida… y unos meses después, se los saqué por la noche también. Pero se quedó con la costumbre de aguantarse, y aún la tiene. Muchas veces hay que recordarle que vaya al baño antes de salir, porque a lo mejor a los dos minutos está que no se aguanta. Y cuando tiene muuuchas ganas, llora como durante aquellas semanas. Me arrepiento mucho de haberla presionado siguiendo las normas de la guardería, de no haber sabido imponer que la dejaran usar el baño cuando ella quiso, o bien que la respetaran con un método más paulatino cuando decidieron que sí querían sacárselo.
Con mi segunda hija tenía algo claro. Nada de presión. Ella, ¡como si quiere ir con pañal hasta los 4! Y como cumple a primeros de otoño, tenía claro que hasta que estuviera por cumplir 3 no sería el momento. ¡Sorpresa sorpresa! Con un año y 9 meses empezó a sacarse el pañal todo el día, a dar una guerra increíble cuando le quitábamos un pañal húmedo y queríamos ponerle otro, a decir pipi apenas se hacía… y detalles similares. Ella apenas hablaba entonces, por lo que entre la edad y la falta de lenguaje solo escuchaba lo desaconsejable que era sacárselos tan pronto.
¡Pero no quería cometer el error a la inversa! Así que la dejé hacer como quería. En casa fue todo el verano sin pañal: avisaba unos días sí y otros no, a veces avisaba pero se iba haciendo camino al baño, a veces llegábamos o a veces estaba viendo su serie favorita y escuchábamos “ooops, mamaaaa pipiiii” y tenía un charco a su alrededor.
Terminaba el verano y anuncié en la guardería que la iba a llevar sin pañal. Con muchas mudas de ropa y asumiendo que pudiera enfriarse al venir el frío, pero les pedí que respetaran sus ritmos y claramente ella quería sacárselo.
Fueron unos meses de semanas “secas” y semanas de mojarlo todo, pero al empezar el invierno ya solo hablábamos de fugas y en la primavera, ya empezaba incluso en sueños a pedir ir al baño. Y no se pasó enferma todo el invierno por tener alguna que otra fuga y mojarse la ropa. De hecho, incluso entremedio nos fuimos de viaje y como le afectó un poco el jetlag, le volvimos a poner los pañales. Cuando volvíamos, fue llegar a casa y ella sola se los sacó; sin retrocesos, sin problemas.
Mis dos hijas, dos casos diferentes, dos personitas diferentes, me han enseñado en este tema (y en taaantos otros) que lo mejor es escucharlas a ellas, leer las señales que nos expresan, y acompañarlas en su proceso de desarrollo a su ritmo. Cada niño es un mundo y aunque “la mayoría” lo haga de una manera, no quiere decir que nuestros hijos vayan a ser iguales, ni siquiera entre hermanos. Escuchémonos a nosotras mismas, escuchémosles a ellos, y sabremos cuándo es el mejor momento.