Queda lejos esos días en que estar en el baño era «mi momento».
Se me había olvidado qué significaba el tener intimidad cuando las necesidades internas llaman a la puerta.
Todo empieza metiendo la hamaca, cuando apenas el bebé empieza a balbucear. Seguidamente, en ocasiones, la sillita de paseo o incluso la trona, entre marco y marco. Estos, ocupan el pequeño espacio con tu bebé observándote mientras estas sentada en «el trono». Momentos que pasan de ser íntimos a ser compartidos.
Literalmente, esa personita, se te pone encima justo en el momento que tu más concentración necesitas, y claro… cortada de rollo. Mientras te mira desde la puerta intentas pensar en que allí no hay nadie más que tú para que las ganas de hacer pipí no se te corte (¡no hablemos de la gran necesidad!).
Apenas la cosa mejora, en ocasiones, cuando mi hijo es abducido por la caja tonta, algunos minutos. O el padre lo entretiene, antes de verme entrar en el bathroom y yo poder tener intimidad con el señor Roca.
Y ni que decir en los cambios higiénicos, preguntas a tutti pleni, no faltaba más hijo.
Y no hablemos de momentos ducha, porque lo que es baño… no concibo ese momento, la verdad. Mamá-mampara-hijo. Ese ha sido, durante muchísimo tiempo, el esquema cuando me he duchado y mi hijo ha querido estar ahí. Puerta abierta y miradas con preguntas. Pregunta hijo, pregunta, que el saber no ocupa lugar. Bendito verano, que las duchas han llegado cuando las cenas se han acabado y el pequeño me ha dejado unos minutos de gloria. Todo sea dicho claramente, por qué no?
Creo que las citas con el Sr. Roca y Dña. Alcachofa mejorarán, ya que los intereses de mi hijo parecen que giran en otro rumbo y no quiere ser tan curioso.
¿Y vosotras, habéis dejado de tener intimidad en el baño?