Es más o menos sobre los tres años cuando los niños pequeños empiezan con el «porqué». Una «cansina» pregunta constante sobre casi todo lo que les rodea.
Su evolución cerebral hace que el mundo en el que viven se llene de interrogatorios y preguntas sobre el porqué de las cosas y quieran respuestas para poder llegar a entender, ya como niños más mayorcitos (ya no son bebés que se conforman con los que se les dice simplemente) aquello que ven y/o manejan.
Como madre de dos, decir que con mi hija casi no tuve «porqués». Como cada niño es un mundo sólo hay que adaptarse a su voluntad y ritmo. En cambio con mi hijo ya estamos empezando con «esta etapa de crecimiento» en la que casi todo lo pregunta: desde querer saber por qué lleva zapatos, hasta por qué un vaso es de un color y no de otro. Una serie de preguntas diarias que en ocasiones no tienen fin. Por experiencia propia, sólo decir que no hay que cortar en seco la respuesta, ellos quieren saber y saber para poder llegar a entender por qué las cosas son como son y no distintas.
Responder tantos «porqués» como sea necesario les hará crecer como personitas y tendrán, quizás, otra prespectiva de lo que les rodea. No ignoremos sus preguntas por muy infantiles o ridículas que nos parezcan, esto no les beneficiará sino todo lo contrario, crecerán en un seno familiar en el que creerán que no son importantes y su retroceso en el aprendizaje será evidente con el tiempo.