Anuncio sí, anuncio no, en los canales infantiles prácticamente vemos a diario ese anuncio del «milagroso batido» que salva las horas de las comidas. Claro, un batidazo lleno de vitaminas y nutrientes necesarios para pasar el día nos quitan de «pelearnos» con nuestros hijos por el pescado o la verdura. Por favor, no queramos que se acaben siempre lo que les ponemos en el plato, porqué quizás hoy no tengan tanta hambre como tuvieron antes de ayer.
Con esto no digo que no nos preocupemos si ya la cosa se pone grave y definitivamente no quieren comer. Pero, por experiencia propia puedo contar que las horas de las comidas o de las cenas son momentos que no me obsesionan mucho, mi hija es y ha sido de tener muy buena boca y mi hijo poco a poco (tiene 34 meses) va conociendo sabores nuevos. Que si un día no ha querido pescado, patata o cualquier otro alimento que acompañe al plato, pues no ha pasado nada, le hemos ofrecido el postre (yogur o fruta) y tan a gusto se lo ha comido.
Que pensaréis que, claro, me está tomando el pelo porque sí se ha tomado el postre y no el plato principal; bueno, nosotros no lo vemos así. Cualquier adulto, en ocasiones, no tiene ganas de cenar pero sí le apetece una pieza de fruta fresquita o natural y por eso no se le pone el santo en el cielo o se enfada uno con él, ¿no?
Que porque nuestros hijos no sean de tener buena boca, venga, a meterles ese batido y tan tranquilos. Claro. como ya están nutridos para todo el día, a despreocuparse. Hagamos divertidos su platos con decoraciones alimenticias, vajillas decoradas o por qué no, que colaboren con nosotros en la elaboración de la comida. Y que si ni eso funciona y no quieren probar bocado, ofrezcámosles otros alimentos similares en nutrientes, quizás otro día vean el plato con otros ojos y nos sorprendan.
No les obliguemos a acabarse los alimentos de su plato y que se sientan mal viendo a sus padres como les regañan y los dejan solos en la mesa hasta que les salen las lentejas por las orejas, por favor, eso es muy cruel. Que la mayoría de veces la comida entra por los ojos y si nos les apetece ese puré verde, ese potaje o esa pechuga de pollo, no lo hagamos todo tan difícil y disfrutemos de ese momento en la mesa.
Por supuesto cada familia es distinta y sabe como actúan sus hijos frente a las comidas diarias y qué les gusta más y qué menos, no pensemos que nos toman el pelo, sólo intentan dialogar y opinar a su modo.