Tan sencillo como esto. Cuando el niño tenga una rabieta lo efectivo es abandonar la habitación y dejarlo solo. Hay padres que se preocupan excesivamente al dejarlo solo en la habitación por miedo a que se ahogue llorando pero lo cierto es que no le va a ocurrir nada.
Lo más importante y en contrapartida lo más difícil es no perder la paciencia ni intimidarlo con castigos, sino simplemente dejarlo hasta que se le pase y comprenda que comportándose de esta manera no va a recibir lo que desea. Si el niño llora, patalea o chilla, sólo deberemos apartar los objetos para prevenir que se haga daño pero tenemos que dejarlo hasta que se canse y llegue por sí sólo a la conclusión que hemos manifestado anteriormente.
Nada va a hacer que la rabieta no se produzca, por eso lo ideal es dejarlo sólo hasta que se calme y cuándo lo haga hablar con él y manifestarle que si está de esa forma (sin gritar, patalear…) sí que podremos hacerle caso y explicarle lo que queremos de forma muy directa y breve y siempre adecuando nuestro lenguaje a su edad.
En este momento también debemos elogiarle ya que ha logrado dominarse y calmarse o ha expresado su enfado comunicándolo y mostrándose dispuesto a cooperar.
Los adultos tienen que ser un ejemplo para ellos por eso deberán mantener la calma en todo momento, no gritar ni tener rabietas de adulto. Nunca tienen que pegarle, porque esto le evoca al niño que hemos perdido el control y que a él le estamos pidiendo cosas que nosotros no hacemos.
Podemos dar estas respuestas dependiendo del tipo de rabieta:
1.- Ignorar las rabietas motivadas por el afán de llamar la atención o exigir algo.
Los niños, en ocasiones, desean salirse con la suya a la hora de comer algo, ir a algún sitio, etc. Se le tiene que dejar tranquilo hasta que se le pase.
Es fundamental, no ceder ante sus demandas. Una vez comienza una rabieta inusualmente es interrumpida, por eso, habrá que alejarse, incluso trasladarse a otra habitación para que no tenga quien lo escuche. No se debe intentar razonar con él. Simplemente decirle cosas cómo: «Veo que estás muy enfadado. Te dejaré solo hasta que te calmes. Avísame si quieres hablar». El niño tiene que recuperar el control por sí mismo.
Tras la rabieta, asume una actitud amistosa y trata de normalizar las cosas.
2.- Para las rabietas de tipo agresivo o destructivo
En ocasiones, las rabietas son demasiado angustiosas o agresivas para que los padres las ignoren. En esas ocasiones, debemos poner en práctica la táctica del “tiempo fuera”, debemos llevarle a un lugar que tendremos preparado con una sillita para este cometido, tiene que ser un lugar tranquilo y aburrido y allí tiene que permanecer entre 2 y 5 minutos dependiendo de la edad, a más edad más minutos.