Sin embargo, cuando ese bebé se convierte en un niño de dos y sigue sintiendo una inquietud excesiva al separarse de sus cuidadores o al prever la separación, es posible y frecuente que uno de los cuidadores principales haya constituido un vínculo ansioso o inseguro con el niño.
Un diagnóstico precoz elude problemas de depresión y fobias infantiles, así como la posibilidad de padecer trastorno de pánico en la adultez.
Entre los 8 y los 14 meses, los niños habitualmente padecen, cuando se relacionan con personas nuevas o visitan lugares extraños. Reconocen a sus padres como su entorno seguro. Cuando se separan de ellos, se sienten amenazados e inseguros.
La ansiedad por la separación es un periodo normal del desarrollo de un niño. Generalmente, acaba sobre los 2 años de edad, cuando comprenden que los padres pueden encontrarse fuera de su vista, pero van a volver.
La resolución de la ansiedad por separación obedece a un sentido apto de seguridad y confianza en personas diferentes a su entorno más cercano y a la seguridad de que sus padres van a regresar tarde o temprano.
Aunque el niño haya superado de forma adaptativa esta etapa, esta ansiedad por separación puede volver si el niño pasa por alguna etapa o por períodos de mucho estrés y cuándo se enfrentan a situaciones extrañas sobre todo sin sus figuras de referencia.
Si el desarrollo físico y psicológico del niño es el óptimo, perderá este miedo progresivamente y su ansiedad se condensará en otras situaciones, como personas desconocidas, los animales o la oscuridad.
¿Qué temen los niños que sufren trastorno de ansiedad por separación?
Se estima que sobre el 4% de los niños padecen ansiedad por separación. Puede ser puntual al separarse de sus progenitores, en el primer día de colegio o si se encuentran mal por algo. En determinados casos, esta ansiedad característica de los bebés se conserva durante la infancia y se transforma en un trastorno.
El niño teme que sus padres no regresen o de que mueran. Las señales características de la ansiedad aparecen (nerviosismo, sudores, llanto, dolor de estómago, vómitos…) y pueden acompañarse de tristeza.
Este trastorno se desarrolla hacia los nueve años, aunque también puede aparecer en la adolescencia. Los síntomas suelen ser de mayor gravedad a medida en qué su inicio es más tardío.
Este desajuste ocasiona graves problemas en distintos ámbitos de la vida del infante, como en el colegio o en sus relaciones con sus iguales o con adultos y se convierte en una de las principales causas de absentismo escolar.
No se suele diagnosticar con tanta facilidad como otros, ya que muchos padres o profesores lo atribuyen a que intenta librarse de su responsabilidad de asistir a la escuela y en ocasiones, también se confunde con la fobia social, muy habitual entre los cinco y los doce años, estableciendo un diagnóstico erróneo.
Tratamiento psicológico recomendado
Diversos estudios mundiales han demostrado que el tratamiento cognitivo-conductual debe ser el más utilizado ya que presenta una mayor eficacia y eficiencia.
El objetivo de este tratamiento es que el niño logre las habilidades necesarias para reconocer su ansiedad y enfrentarse a ella de forma progresiva.
Es sumamente importante detectar precozmente este trastorno para evitar lo máximo posible problemas en el desarrollo psicológico del niño, para prevenir las consecuencias psicológicas futuras que pueden acarrear ya desembocando en otros trastornos como depresión o algunos trastornos de ansiedad cómo agorafobia, pánico o algunas fobias específicas.