Qué felicidad la de un niño descubriendo sus regalos en la fría mañana de cualquier 6 de enero. Momento mágico ese de descubrir que sus sueños están allí en el salón, envueltos en deslumbrantes papeles. Sus caritas durante esos segundos, con el pelo todavía enmarañado, que comprueban que sí, que han venido los Reyes, es impagable. Lástima que dure tan poco.
A miles de kilómetros de aquí también pasaron los Reyes, con algo de adelanto pero estuvieron. Hace escasamente un mes llegaba Hiwot al hogar Let Children Have Home. Con apenas un día, la pequeña cuyo nombre significa “Vida” en amárico (lengua etíope), pasó a formar parte de la familia de Meki.
Hiwot es un regalo, una nueva oportunidad de seguir luchando por un proyecto que da esperanza a niños cuyo destino probablemente cambió cuando cruzaron la puerta azul. Un nuevo reto de seguir adelante en un país repleto de inconvenientes para la infancia. Un motivo de orgullo por saber que el granito de arena que ponemos, poco a poco, se va convirtiendo en playa.
Pienso en ella y recuero a primera vez que fui a Meki. Entonces, la más pequeña de los ahora ya 37 hermanos tenía seis meses. El verano pasado Eden caminaba, me entendía cuando le hablaba y fui testigo de su primer día de guardería. Ver esos progresos es impagable (que se lo cuenten a las madres ¿no?), pero también una gran responsabilidad. La responsabilidad de poner una vida en nuestras manos, educarla, formarla y, en la medida de posible, hacer que tenga una infancia feliz. Aún así, me sigo quedando con este regalo y con esta feliz entrada en 2013.
Para Hiwot… verse rodeada de sus otros 36 “hermanos” será su eterno regalo.
Deseando conocerla.