Detrás de la puerta azul

Detrás de la puerta azul 24 diciembre, 2012

Recalé en el país por pura casualidad, como ocurre con la mayoría de cosas que nos suceden en esta vida. Me hablaron de un orfanato gestionado por españoles. Meses más tarde llegaba a un pequeño pueblo, al sur de Addis Abeba. Meki y sus calles embarradas (era plena época de lluvias), carentes de alumbrado público, red de alcantarillado, aceras, semáforos… Escondido casi al final, discreto, se halla el orfanato “Let Children have Home”. Un espacio de 20.000 m2 que hace frente a la dura realidad que asola la mayoría de las calles etíopes.

Tres casas (ahora ya son cuatro), un huerto, un pequeño establo y un maizal conforman este hogar. Es especial, muy especial. Con treinta y seis huérfanos, llegados en las circunstancias más adversas que os podáis imaginar, Let Children es algo más que una cama y un plato de comida. Es una familia numerosa, con dos alma maters y un entregado equipo de personal local. Esta gran familia te acoge sin reservas y si entregas, te devuelve el doble.

Traspasar su puerta azul es encontrarse con un oasis de esperanza, de trabajo infatigable para que estos niños salgan adelante, de esfuerzo incalculable para que la comunidad se beneficie de este granito de arena, de absoluta entrega hacia quienes tuvieron la desgracia de encontrase solos en este mundo en un determinado momento de su vida. Detrás de la puerta azul se acumula la ilusión de mucha gente que se desvela para que estos niños tengan un futuro digno que a su vez revierta en su propio país.

Los días se escurren en Meki, inmersos en una rutina diaria que se inicia cuando el sol se levanta: desayunos, colegios, jardín de infancia, gestiones, papeleos, tareas agrícolas, reparaciones, comidas pero también juegos y risas. Con frecuencia recuerdo las voces de los niños gritando mi nombre… ajenos (todavía), los más pequeños, a un mundo insospechado del que solo intuyen algo en sus breves trayectos al colegio; perfectamente conscientes, los más mayores. Y con frecuencia también me pregunto qué pasará por sus cabecitas, cuando estos últimos cuestionen sus vidas y por qué ellos así y allí. No viven ajenos a la realidad: ven la televisión y han visto desfilar numerosos voluntarios llegados de otras sociedades, con distintos valores y formas de vida…

Y sigo preguntándome por qué en este siglo aún contamos historias (de aquí y de allí) de vidas miserables, desesperanzadas e injustas. Sigo buscando razones por las que no hemos sido capaces de lograr un hogar digno para todos y cada uno de nosotros. Pregunto y busco al tiempo que cuento los días para volver a cruzar la puerta azul, que esconde lecciones de vida y esfuerzo en un mundo cruel que a menudo olvida a los más necesitados. La puerta azul se abrió este año para que otros niños de Meki tuvieran asistencia médica y atención en su guardería. Pero esto, os lo cuento otro día.

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