Si eres padre, lo sabes. Los niños no se portan como tú pensabas antes de tenerlos. Los niños tienen sus propias ideas de cómo hacer las cósas y cuándo hacerlas. Muchas veces esas ideas entran en contradicción con las tuyas. Eso es “portarse mal”. No son “malos”, no son “traviesos”. Son “niños”, tienen deseos e intenciones que se confrontan con las tuyas.
Como psicólogos sabemos que la desobediencia, las conductas de desafiar tus indicaciones, el decir que no… son conductas normales en los niños, incluso te decimos que son deseables en según que etapas de la maduración de tus hijos. Para explorar su propia identidad, para definirse como personas, tienen que oponerse a ti, es un proceso sin el cual no saben diferenciarse.
Las fases en las que es normal y deseable que se den, en cierta medida, estas conductas son:
– la etapa de los 2 a los 4 años;
– la adolescencia
En estas etapas, la lucha por su propia autonomía, tanto de sentir, como de pensar o actuar, es un proceso evolutivo normal.
Pese a que sea normal, o esperable, esto no quiere decir que sea fácil. De hecho, en ocasiones, es muy difícil. Por temperamento, hay niños que son más vehementes en estas conductas de búsqueda de independencia y confrontación. Por nuestra historia personal, y también por nuestro propio temperamento, también algunos padres podemos ser más o menos vehementes en el enfado cuando estas situaciones se dan.
Si la situación llega a una intensidad que nos hace sentir incómodos o no contentos con nuestra actuación, si los sentimientos de que estamos fallando en la educación de nuestros hijos se vuelven habituales, si llegamos incluso a veces a “odiar o coger manía” a nuestros hijos o tener miedo de sus rabietas o reacciones, entonces sí, es el momento de buscar algo diferente.
Lo que hará el psicólogo en esta situación será centrar la demanda, es decir, buscar los puntos de cambio deseado. Ver dónde ocurre lo que no gusta, cómo ocurre, cómo reaccionamos en esas situaciones, etc… Esto dará al psicólogos la idea de los factores que están influyendo o manteniendo la “mala” conducta del niño.
En algunos casos puede llegar a diagnosticarse un trastorno del comportamiento propiamente dicho, como podría ser un TDAH, un trastorno negativista desafiante o incluso un trastorno disocial. Si llega este diagnóstico, lo mejor es mantener la calma y seguir las indicaciones del psicólogo, pues pese al diagnóstico, el problema no es sino el mismo que ya había, no es un problema nuevo añadido. Ponerle nombre simplemente orienta en la dirección adecuada de cómo solucionarlo.
El psicólogo trabajará en dos ámbitos: con el niño y con los adultos. Es importante siempre mejorar la comunicación familiar, que suele ser mala llegados estos casos, y ayudar a que tanto papás, como niños y adolescentes, puedan manejar sus emociones de enfado, impotencia, frustración o decepción.