Cinco cámaras rotas

Cinco cámaras rotas 17 mayo, 2013

13. 5brokencameras2Movida por mi interminable lista de inquietudes, acudo esta semana a la interesante propuesta que nos ha traído La Rambleta a Valencia: Rambleta docs (*). Un espacio para proyectar películas documentales de no-ficción. Películas acostumbradas a pasar de puntillas, como sus protagonistas, pero que esconden silenciosas historias capaces de remover conciencias.

La voz de Emad, autor y narrador de “Cinco Cámaras Rotas”, me llega suave hasta la butaca. Me cuenta, sin estridencias, cómo su aldea en los territorios palestinos, Bi’lin, intenta luchar pacíficamente frente al avance de los colonos israelíes y la construcción de un muro de separación entre urbanizaciones. Dos de sus mejores amigos lideran esa resistencia frente a los israelíes con ánimo y aliento: “hace falta mucha fuerza para convertir la ira en optimismo”, dirá refiriéndose a uno de ellos. Emad, un agricultor palestino, comienza a grabar estos acontecimientos en 2005, el mismo año en el que su cuarto hijo, Gibreel, acaba de nacer. Sin pestañear y conteniendo cada vez más la respiración, observo atónita las imágenes de los ataques y la resistencia entremezcladas con las del crecimiento de Gibreel. Cinco cámaras, cinco años y dos miradas: la de Emad y la de la pérdida de inocencia del pequeño, que con escasos meses de vida presencia los continuos ataques a sus vecinos, las detenciones de sus tíos, las heridas de los compañeros de su padre. Gibreel crece entre muros, rejas, armas, gases lacrimógenos, soldados desalmados que desmoronan la vida y la esperanza de esta pacífica aldea palestina. Con cinco cumpleaños celebrados ya ha presenciado la crueldad del ser humano a menos de un metro de su cara. Su padre no le oculta su entorno, quiere que conozca… Y Gibreel, como muchos, no entiende y pregunta: ¿Por qué lo han matado? ¿Por qué no los matas tú con un cuchillo, papá? Para cuando las formula, el nudo de mi garganta no se puede deshacer.

Cinco cámaras rotas, los cinco años de este retrato y los cinco de Gibreel son una ventana a un escenario muy distinto del que acostumbramos a filmar con nuestras propias cámaras de última generación. Las cinco que el ejército israelí destrozó desvelan el horror diario, el temor, la indefensión, la incertidumbre, el desespero y, a menudo, la muerte injusta que sacude inocentes vidas, frágiles, que penden de un hilo o de los segundos que tarda una bala de M16 en recorrer la trayectoria hasta su objetivo. Salí de la sala sin habla, de estampida, con las imágenes y las palabras reproduciéndose en mi cabeza… Sigo con el nudo en la garganta. Los ojos ya no tan inocentes de Gilbree me persiguen y me han obligado a volver a abrir los míos a estas otras (duras) realidades que pasan sin rozarnos. Bienvenido este cine que me revuelve y que me pide recordaros y recordarme que sí, que hay otras vidas y que hay otras infancias. No lo olvidemos.

(*) Pondrá punto y final el domingo 19 de mayo con la proyección «Searching for Sugar Man», la cual recomiendo: música, Sudáfrica y vida ejemplar todo en uno.

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