¿Qué tal amores? ¿Sabías que las Navidades es una de mis épocas favoritas? Casi todas las madres y padres coincidimos en que al tener hijos se recupera la ilusión por la Navidad, aunque yo jamás la perdí, siempre me ha encantado esta época. Pero tengo un problema, en mi casa desde muy pequeños, nos dejaron muy claro que los Reyes Magos no existían. Que los regalos realmente los traían los padres. Querían que comprendiéramos que no podíamos pedir todo lo que quisiéramos porque los regalos no iban a aparecer por arte de magia, sino que eran ellos los que tenían que hacer el esfuerzo económico de comprarlos.
Yo recuerdo que lo entendí perfectamente. En mi casa como en muchas, sólo nos compraban un juguete al año y era en Nochebuena así que la ilusión por la llegada de Papá Noel era tremenda a pesar de saber que era mi padre el que iba a entrar a hurtadillas en mi habitación. Por eso ahora cada vez que me preguntan mis hijos ¿Cómo vuelan lo renos? o ¿cómo son capaces de entregar los regalos en una noche? No sé que contestarles, me pongo supernerviosa y además me siento fatal por mentirles. Nadie me comprende, porque todo el mundo coincide en lo bonito que es que los niños tengan esa inocencia y crean en la magia de los Reyes Magos y Papá Noel. A mi hijo le preocupa mucho saber cuánto de real tiene la magia. Y a mí me resulta muy difícil explicarle que los monstruos no existen pero que los Reyes y Papa Noel sí, no tiene sentido. Así que cada día tengo ganas de confesarles a mis hijos la verdad, pero mi marido me mataría.
Pues casualidades de la vida, la semana pasada me tocó disfrazarme de Paje para ir junto con mi amiga Elena a recoger las cartas de los niños de Infantil en el Cole de mis hijos. Y claro, yo estaba encantada de participar en esta aventura porque así iba a poder ver a mis hijos en el aula y no podía desaprovechar esa oportunidad. Pero a la hora de disfrazarme no me esforcé demasiado. Sabía que los niños me podían conocer porque ya he hecho varias obras de teatro y saben perfectamente que soy la Mamá de Joaquín y Vera. Llegamos al cole, nos pusimos los disfraces y otra de nuestras compañeras de Teatro nos pintó la cara, teníamos que hacernos pasar por los pajes del Rey Baltasar. Elena, que se había esforzado más, estaba irreconocible pero a mí se me veía bastante bien y todos coincidían preocupados en que me iban a reconocer. Yo no entendía nada ¿por qué tanta preocupación? Podía comprender que los niños creyeran en los Reyes Magos y Papá Noel, pero creer que todos los personajes que vieran disfrazados fueran ellos de verdad, no lo creía.
Os juro que yo hasta ahora, pensaba que los niños distinguían entre los disfrazados y los de verdad, pero no. Pasamos clase por clase y los niños alucinaban. También había alguno que se ponía a llorar porque como podéis observar en la foto imponíamos bastante. Pero qué ilusión tenían, me los hubiera comido. Una de las profesoras les dijo que no nos miraran directamente porque podíamos desaparecer y ellos se lo creían. Lo más gracioso es que esa profesora nos contó que cuando salieron al patio pasó un avión y ellos creían que éramos nosotras volando de regreso junto a los Reyes. Y a mis hijos, les giñé el ojo, los cogí de las manos y nada, no me reconocieron de ninguna de las maneras.
Así que me he dado cuenta que la inocencia de los niños va más allá de lo que me imaginaba, y realmente es más bonito de lo que pensaba. Y sigo pasándolo fatal cuando les miro a los ojos y les miento tan descaradamente pero tengo claro que no debo quitarles la ilusión. Eso sí, cuando llegue la hora de decirles la verdad, ya puede esforzarse su padre en darles una buena explicación porque yo no pienso ser la que les de la mala noticia después de tantos años de
ingenuidad.
¿Y vosotr@s? ¿Cómo lo hacéis?
Mil besos amig@s.
Angélica Alvarez. (Mamá de Fresa)